martedì 5 novembre 2019

La mariposa del desierto


En un desierto abrasado por el sol, una llanura seca y aparentemente sin vida, un día apareció una mariposa.
Sus alas eran del mismo rojo, casi naranja, de la tierra del desierto, con manchas amarillas, verdes y azules.
Era pequeña en comparación con la inmensa extensión de arena que la rodeaba, y se balanceaba en las ráfagas de viento que barrían el vacío infinito.
Nadie sabía de dónde venía, nadie sabía que la mariposa se encontraba allí.
Tal vez fue una repentina tormenta de arena que la sacó de su lugar de nacimiento y luego la arrastró en un instante tan lejos de su hogar.
Alguien dice que todo sucedió en no mas de unos instantes: la fuerza, el ruido, la violencia de la tormenta inesperada ni siquiera le habían dado tiempo para despedirse de su familia, ni para llevarse nada en su solitario exilio.
Solo lo que llevaba puesto en el momento de su partida permaneció con ella: unos pocos granos de arena de la playa en la que nació como oruga, una gota de agua del oasis en el que se había convertido en una mariposa, un pequeño pedazo de la hoja en la que prefería ir a descansar.
Cuando la tormenta se calmó, la mariposa miró a su alrededor y no pudo reconocer nada: el desierto no era su hogar, y nunca lo había conocido durante sus viajes.
Mientras tanto, en un momento, el sol cegador había casi quemado las alas de la mariposa. Además, había transformado la arena, el agua y el pedazo de hoja que la mariposa había traído consigo en manchas amarillas, azules y verdes sobre las mismas alas.
La mariposa voló por un tiempo y logró encontrar un refugio: una casa vacía, tal vez dejada por alguien que había vivido allí en el desierto en la antigüedad. La puerta estaba abierta y ella entró, pero fue nuevamente el viento quien le jugó una mala pasada. Dio un portazo y atrapó a la mariposa dentro de la casa vacía.
Sin embargo, esta casa también tenía ventanas, bloqueadas solo por unas redes con mallas estrechas, para que nada más que el viento pudiera pasar. Se sintió aún más perdida, por unos momentos, la mariposa. No estaba feliz porque no hubiera querido pasar toda su vida encerrada allí, quería volver a descansar en las hojas de los árboles y volar libre. Entonces dobló las alas así que volvió a ser minúscula casi como una oruga, por lo que se volvió casi tan pequeña como un grano de arena que puede pasar por todas partes. Se acurrucó aún mas y logró pasar a través de la malla de la red que la encarcelaba. Enseguida desplegó nuevamente sus alas en todo su esplendor y se perdió en una nueva corriente de viento, que inmediatamente se la llevó. Algunos dicen que el viento la trajo de vuelta al océano, allí donde, hace algún tiempo, había nacido oruga.

- Dedicada al pueblo saharaui -

 
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