domenica 1 gennaio 2017

Recuerdos de Suramérica

Salgo de un bus: estoy en Chaiten.  Mi viaje hacia el norte en la Carretera Austral pasa por aquí.
Salgo y me doy cuenta que no tengo necesidad alguna, en este momento. Solo quiero esperar. Aguardar el futuro, lejos de mi. Aplazar el viaje hasta el día después.
 ¿Cual es la parte mas emocionante de un viaje, sino la noche ante de partir? ¿Las ideas vagas de lo que encontraré? ¿Lo conciencia que el viaje va a pasar?
La pulcritud del inicio es lo que busco en cada trato de mi recurrido.
Miro este oceano del sur, un mar que no conozco y que me parece enorme. Impresión del viajante que hasta ahora se olvidó de usar sus ojos para descubrir. De todas las veces, ¿cual es la que voy a recordar, sino la primera? Miro este oceano del Sur y viajo hacia el norte, un viaje de vuelta. La playa

donde camino lleva señas de destrucción.

Chaiten es una ciudad cancelada por un vulcano que lleva su mismo nombre y queda cerca, detrás de montañas y nubes que veo inminentes. Toda esta ceniza, que juega a ser arena costera, empuja mi sentidos hacia la nieve del norte, que, como este desierto, siento casa y frontera, hogar y hoguera. Hielos ancestrales excavaron fiordos, golfos y calas acá como en Noruega, dejando firmas parecidas: huellas dactilares de glaciares que se mudaron a ser dedos de oceano.

¿Que es mi casa sino un punto donde lo que conozco queda no más que al lado de lo que puedo descubrir? ¿Que es sino la revelación que un día de mi vida es no más que una zona de mi alma?
Si mi casa fuera un lugar, sería donde los caminos hechos mil veces me llevan una mirada nueva cada dia. Si, en vez, fuera un tiempo, por lo tanto sería hoy día, no mas que un pasito antes de las descubiertas que haré mañana. Solo en nuestra imaginación se convierte a ser un entonces, cuando hay miedo de un paso escondido hasta el día siguiente. Siempre es un reconocer, como cada descubrimiento verdadero.

Hay barcos y arboles yaciendo muertos y todavía amenazados por las olas del Pacifico. Yo dejo mi huellas en cola: aunque bien vivas, ya listas para ser borradas por el mar. Es poco mi tiempo aquí, solo lo necesario para decir que volveré, lo que siempre hago: prometer que seguiré prometiendo, esperar de seguir esperando.

Suponía de cruzar el mar en un transbordador, subiendo por la línea costera oriental de la isla grande de Chiloé, y llegar hasta Puerto Montt. En vez me junto a los otros pasajeros, disfrazo mis percepciones con las suyas y vuelvo al bus, hacia el norte. 



(Chaitén, Octubre 2011)

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